Cuentos al Sol

Estos cuentos nacen del contacto con el Sol, la eternidad y el espíritu. Siempre hay uno dedicado a ti.

Nombre: gsdepallens
Ubicación: Arica, Chile

miércoles, noviembre 29, 2006

CERRO GRIS

Cuando me invitaron a participar en la campaña del Diputado Pérez, pensé en pueblitos pintorescos, mucho verde, comidas ricas típicas de cada lugar y todo eso imaginable en que se piensa al organizar un viaje.

Habíamos escuchado historias novelescas y hasta terroríficas de algunos pueblos sureños, pero lo que pasaba en Cerro Gris era mucho más que increíble... hasta que lo vimos y ya nadie lo podría refutar, al menos delante de mí.

Cerro Gris era un lugar tranquilo, de ríos translúcidos y clima cálido, pese a estar rodeado por ambas cordilleras. Era considerado el oasis para los arrieros que aún existían en la zona. El turismo dejaba la mayor parte de las "riquezas", por llamarle así a las entradas bastante contundentes de las que Cerro Gris podía jactarse.

El pueblo había sido fundado a los pies de un cerro, cuyo color grafito sorprendía a todos los que llegaban ya fuera por curiosidad o casualidad.

El día anterior a nuestra llegada a Cerro Gris, en primera plana del diario se veía la noticia de la desaparición misteriosa de la hija de uno de los concejales. Se decía que había tenido amoríos con un Señor Casado y que la esposa de éste habría encargado a alguien hacerla pasar un sustito. Era tan improbable como la teoría del hombre pillado, el que decía que se la había comido el "GUME".

El Gume era hijo de un minero seducido por las promesas de bienestar económico en el lugar. Recién llegado, el padre se casó con doña Manuela, quien según las malas lenguas, era bruja, pero el demonio la había castigado quitándole sus poderes, cuando ésta no quiso someterse a sus lujuriosas demandas a cambio de más regalías.

Cuando nació el Gume, llovió por siete días y cuando ya pensaban los habitantes de Cerro Gris, que sucumbirían bajo el agua, cesó la lluvia, dando paso a un calor de cuarenta grados centígrados, impensable en esa austral latitud.

Las vecinas más ancianas miraban al pobre Gume con recelo, alejando de su alcance a cuanta virgencita anduviera cerca, sin darse cuenta aún que los bajos instintos del joven iban más bien encaminados hacia otro placer.

Apenas el padre notó el primer atisbo de canibalismo en su apesadumbrado hijo, llamó al cura para que lo "santiguara", creyendo falsamente que era un mal del espíritu y no de la mente.

Nada se sabía de la antropofagia en Cerro Gris, con suerte el Padre Pedro había escuchado alguna vez de los jíbaros, pero de gente que comiera gente, no, imposible. Creían, simplemente que eran costumbres demoníacas, que no podrían darse en su pueblo, ni en las cercanías, dando por hecho la fantasía.

El primer día de campaña todos trataban de comportarse medianamente normales, haciendo el mayor esfuerzo por conquistarnos para que nos quedáramos más de lo previsto. Pero, la verdad es que desde el candidato hasta el último pelagato (yo), vivíamos en una constante vigilia de miedo y a la vez, curiosidad, no, mejor dicho, copuchentismo puro, por saber si era cierto todo este escándalo.

Estábamos obligados a quedarnos dos días por lo menos, ya que el pueblo estaba alejado, la única manera de llegar era por tierra y las actividades programadas eran en diferentes lugares y el pueblo estaba dividido; la municipalidad estaba al lado norte del río y el resto del pueblo, los boliches y la vida misma, se desarrollaban al costado sur, justo bajo el cerro de grafito.

(Nadie se explica por qué el gobierno aún no les ponía un puente, siendo tan necesario, pero bueno, eso es harina de otro costal).

Yo siempre creí que desmayaría al ver actos de absoluta inhumanidad y asquerosidad, pero es increíble cómo el afán morboso de querer a toda costa dar crédito a los ojos y mirar embelesada cómo se va una vida consumida cruda sin más condimento que el sudor del que servía de alimento.

Nunca se supo si era el famoso Gume, ya que según el cura, el papá lo había supuestamente tirado río abajo una vez que el Gume atacó a unos agricultores. Ahora, que eso haya sido cierto o no, porque, ¿puede un padre matar a su hijo, aunque éste sea criminal? Tal vez sí, tal vez no... tal vez no.

El asunto es que estábamos en pleno discurso de promesas van y promesas vienen, cuando de un árbol cae sobre el gordinflón alcalde, un bulto envuelto en mantas negras y lo devora prácticamente entero en cosa de minutos. Lo insólito del caso es que nadie hacía nada, no podíamos, algunos trataban de acercarse, pero era lo mismo que tratar de quitarle la presa a un león hambriento, o es la presa o eres tú.

La gritadera era grande, la mujer del alcalde parecía loca, los perros trataban infructuosamente de meterse entre el gordito y el caníbal. Los hombres corrían de un lado a otro con desesperación, pero no tanta, dándoselas de tranquilizadores. El único carabinero no se dio cuenta de lo que pasaba porque estaba conversando con la nana del capitán, ausente por estar todavía ocupado con el caso de la hija devorada o "asustada más de la cuenta", del concejal.

Siento, igual que ahí, la misma sensación de espasmos abdominales que tuve en ese momento. Como que tus órganos internos se expandieran y contrajeran y a la vez la cabeza se agranda de incredulidad. También recuerdo que quise salir corriendo, pero, repito, es más fuerte la curiosidad. Lo que no sé es si grité como el resto o me puse a fumar como mis compañeros de viaje.

El candidato era un verdadero espectáculo, ése sí que no sabía qué cresta hacer. Si consolar a la flamante viuda, si tirarse encima del Gume (suponiendo que era él) o salir arrancando. Su frialdad de político le ayudó por lo menos a evitar que la tragedia fuera peor, ya que a través del micrófono, gritaba: "Tranquilos, calma, no pasa nada, no pasa nada..."

"Por Dios", decía yo, "qué vergüenza que me vea alguien conocido con este candidato".

Y, claro, la mala suerte, que con el numerito que se mandó el Gume en público, los periodistas que andaban con nosotros y el tiempo que duró la noticia, todo Chile supo que yo estuve ahí.

Al cabo de un rato, en que la bestia había huido quién sabe dónde, con el fallecido alcalde bajo el brazo, se dijo que no comía mujeres, nadie sabe por qué, pero eso sólo sirvió para aumentar las sospechas sobre la traicionada mujer del Señor Casado.

Volvimos a Santiago a enfrentar poco menos que con armas a la cantidad insoportable de periodistas y curiosos que nos bombardeaban con preguntas, más bien inquisiciones acerca de la brutal experiencia.

Lo único que podíamos afirmar con certeza, era que con eso, ya lo habíamos visto todo, aunque sonara arrogante.

A veces me acuerdo de mi tiempo de campañista política y del inolvidable, por supuesto, pueblito de Cerro Gris.

jueves, noviembre 09, 2006

CURA DE LA PEPA

Quedar viuda a los 37 era verdaderamente una tragedia, con tres hijos chicos y un montón de deudas.
Por suerte, la Pepa tenía trabajo y ganaba medianamente bien, la casa ya era propia y ella estaba en buenas condiciones de salud.
El primer año transcurrió entre misas, recuerdos, llantos y la inevitable impotencia que genera la muerte de alguien tan joven a manos de otros. Justicia no se podía hacer, ya que "otros" habían perdido la vida también en el apesadumbrado suceso.
Pero ése no es el caso. Lo terrible de esta historia es cuando, en la misa del primer aniversario del fallecimiento de Humberto, a la Pepa se le iluminó desde la vista hasta lo más recóndito de su ser, al aparecer el cura nuevo que celebraría la misa.
La hora y media que duró la ceremonia, la pobre Pepa no pudo concentrarse ni pensar siquiera en el difunto.
Sentía terror de que alguien se diera cuenta de la impresión que le producía el curita, pero sobre todo, la suegra. No quería ni maginar lo que le diría si sabía, esta señora pechoña y ultra conservadora, si notaba un atisbo de interés de parte de su nuera.
Pasaban los días y la Pepa se había inscrito en cuanto curso, charla y grupo de oración se daba en la Iglesia de Nuestra Señora de las Plegarias. Iba todos los días. Cada minuto libre, se las arreglaba para buscar ropa, comida, juguetes, de todo, en su casa o con las vecinas, para las ayudas de la parroquia Se confesaba todas las semanas y comulgaba sintiendo culpa, pero no importaba, la gente tenía que verla recibiendo la comunión, si no, qué pensarían...
Le llevaba queques al cura, lo invitaba a comer, en presencia de la suegra al principio; con su familia, después; hasta que al final se decidió a contarle la verdad.
Lo invitó a una cena supuestamente en honor del hijo que se graduaba de kinder. El curita llegó con un angelito de mármol de regalo para el niño y nunca pudo dárselo ya que no estaba ni él, ni los hermanos, ni la suegra. No había nana tampoco esa noche.
Yo siempre creí que los curas no iban a cenas, ni cumpleaños, pero al ver este caso y varios otros me di cuenta que en realidad, primero, son personas.
La Pepa no era de arreglarse mucho, unos bluyines y una polera relativamente decente bastaban.
Yo no sé si el cura era ingenuo o se hacía el leso, cómo no se daba cuenta, si era tan evidente. Al principio pensé que se dejaba querer pensando que algún día se le pasaría esta obsesión a la Pepa. Luego, me sorprendí un poco al ver que él le seguía el juego.
En fin, la cosa es que la Pepa, esa noche, estaba deslumbrante, pero no de pinta, sino de calentura.
Ella se trataba de auto convencer que no era amor, para qué echar a perder la carrera del padre, nadie tenía por qué enterarse de nada, no era necesario. Lo único que ella pretendía era sentir el calorcito de esas manos en su cuerpo, y si Dios quería, alguna otra cosita "entretenida" .
Los niños andaban en una misión en los pueblitos del interior, le había dado permiso a la empleada para que llegara al día siguiente y la suegra andaba de viaje.
Cuando confesó al cura sus intenciones y su irrefrenable pasión, él se sentó con ella de rodillas y exclamaron al cielo algo que no se entendía si era "no nos dejes caer en tentación" o "permítenos esta tentación".

domingo, marzo 12, 2006

DE ANDARES

Se le ve deambular por el parque todo el día, desde temprano en la mañana hasta casi la media noche. Acaricia a los perros, a las palomas, a uno que otro gato perdido...
Con los niños es amable, les devuelve las pelotas, les ayuda con los patines...
Mirando a los niños jugar, recuerda su corta infancia, cómo a los diez años, ya tenía que llevar dinero, como fuera, al hogar y preocuparse de los hermanos que la madre había dejado a su cuidado, para dedicarse a cobrar por el amor.
Del padre, ni hablar, si se le veía, era en raras ocasiones y en tal estado de alcoholización, que era mejor arrancar.
Pero la tía Flora creía en él, le tenía fe y cuando podía, le ayudaba con algo para la casa, para los hermanos chicos.
Era bueno el Tomás, era de alma pura, de corazón generoso, nunca nadie lo escuchó ofender o gritar apenas a nadie, ni a los perros. Siempre calladito, siempre aguantando, siempre obedeciendo.
Mientras crecía, la tía Flora pensaba con amargura que alguna mujer lo descarrilaría, pero al cumplir treinta y no haber tenido ninguna, ni siquiera escondida, que suponiera ella, se quedó tranquila y pensó que podría morir en paz. Si se quedaba soltero, los niños podrían estudiar y el Tomás los ayudaría en todo, seguro.
Compañero inseparable del cura nuevo, pensó por un momento en seguirle los pasos, sin embargo, pensó en sus hermanos, y prefirió seguir así, con sus peguitas cortas pero seguras, el trabajo de gásfiter daba buenos dividendos si se hacía con "profesionalismo", porque el Tomás no era un maestro "chasquilla", era un Señor Gásfiter. Honrado, puntual y trabajador.
Sus solitarias noches y su llanto ahogado, eran sentidos sólo por la tía Flora, la que hacía oídos sordos ante la eventualidad de perderlo.
En el cumpleaños cuarenta del Tomás, los dos hermanos seguidos de él, lo celebraron con una fiesta sorpresa. Ellos ya estaban trabajando y podían, entre ambos, darle ese regalito. Lamentablemente, la tía Flora había fallecido el año anterior, víctima de nunca nadie supo qué...
Tomás se veía muy contento en la fiesta. Su casa, humilde, pero bastante mejorada desde los tiempos del abandono materno, brillaba de luces y música, como también de mujeres ávidas de comprometer al Tomás.
Estas solteronas cartuchas, eran la antítesis de la tía Flora, prácticamente la única mujer con que el Tomás se había relacionado.
Lo acosaban a escondidas, que nadie supiera, se iban al baño detrás de él y le hacían insinuaciones, le rozaban sus prominencias, haciéndolo enrojecer y sentir calenturas que ya se le habían olvidado o que creía que nunca sentiría de nuevo, desde las primeras pajitas en la adolescencia.
Al día siguiente, Tomás había desaparecido, no estaba por ninguna parte, ni en el parque, ni en la iglesia, ni trabajando. Su maletín estaba intacto y el cura lo necesitaba para reparar una llave que goteaba, pero nadie lo había visto. La hermana más pequeña, que ya no era "tan" pequeña, y lo conocía muy bien, lo buscó en la grieta del cerro a donde él los llevaba de chicos a jugar a la escondida.
Nadie jamás lo habría pensado, a nadie nunca se le habría ocurrido semejante brutalidad. El Tomás estaba inmóvil junto al cuerpo inerte de una de las solteronas de la noche anterior.
Desde ese día, no abrió la boca nunca más, salvo para comer y tomar agua, obligado, primero por los gendarmes, luego, por la hermana, al comprobarse su paupérrimo estado de salud mental y puesto en libertad.
El pobre Tomás, ¿se había vuelto loco o era el arrepentimiento lo que lo mantenía en silencio?
Eso le preguntaba el cura, siempre y cuando el Tomás lo dejara acercarse, ya que se había vuelto un poco huraño.
Un día, el Tomás se aburrió de que el cura latero le preguntara a cada rato lo mismo y al fin decidió contarle.

lunes, febrero 20, 2006

EL PREMIO AL FINAL DEL CAMINO, DURO CAMINO

No tenía idea cómo, pero llegaría. Se tiró a la calle y cojeando, medio tambaleante, se subió a la primera micro que pasó, pagó y quedó debiendo el resto, "no importa", le dijo el conductor, "sólo quiero que sepa que el pasaje subió".
Agradecido, se sentó con la pierna adolorida estirada, esperando que nadie pasara por sobre ella, a esa hora no había tanto movimiento en las calles, nadie tomaría la misma micro con el mismo destino...
Le parecía entre cómico y trágico, ir en micro, pasando por tantos lugares conocidos y que le traían tan buenos recuerdos, y teniendo como punto final el otro lado de la ciudad, así, medio muerto como andaba.
Se dio cuenta que el micrero lo miraba por el retrovisor a cada rato. No se imaginaba por qué, ya que, supuestamente, no se le notaba tanto la herida. Pero le incomodaba y de repente sintió que algo malo podía ocurrirle. Se asustó y decidió bajar de la micro, pero el tipo no le paraba, pasaron dos, tres semáforos, uno en rojo incluso, y recién se abren las puertas para dejar pasar a los que le quitaron desde la ropa hasta los doscientos setenta pesos para volver. Ahí, se dieron cuenta de la herida, entonces fueron amables, no le pegaron, ya estaba bastante podrido.
Como le faltaban apenas cinco cuadras, y ya estaba en el barrio, caminó no más, hasta llegar a la casa de José.

- ¡Negrito, ábreme, por favor!
José abrió medio preocupado, medio dormido y al verlo en ese estado no pudo más que exclamar:

- ¡Virgen Santísima! ¿Qué le pasó, mi chanchito?

- Primero, me sacó la cresta el Jaime, supo lo nuestro y me echó. Y, camino a tu casa me asaltaron en la micro, en sociedad con el micrero.

- ¿Y sus cosas, mi amor?

- ¡Me las robaron po', negro!

José le curó la fea herida de la pierna y masajeó suavemente sus hombros. Ambos olvidaron la mala racha y se fundieron en un abrazo amoroso hasta el amanecer.

miércoles, febrero 15, 2006

EN LA CIMA

El viento empieza a soplar suavemente,
tus manos me acarician haciendo temblar mi piel.
La lluvia se hace notar, primero despacio, luego en torrente;
tus besos me queman los labios.
Los árboles se mueven al ritmo del viento en una danza incontrolable,
mágica,
como tu abrazo.
La Tierra comienza a estremecerse,
el viento se transforma en huracán, llevándonos en un vuelo celestial,
mostrándonos lo grandes que podemos ser.
El cielo se inunda los mares se abren las estrellas caen como rayos sobre el suelo ardiendo tu piel la mía el abrazo la Tierra en espasmos se contrae el cariño se incendia todo alrededor las flores se abren al Sol que ha emergido entre las nubes la lluvia cesa el mar se calma la luz, la luz.
Uf!
Ahí estás. Y te sonrío.

domingo, octubre 02, 2005

DECISION


La persiguió por la casa con las tenazas de la chimenea. Al principio estaban hirviendo, pero al rato se enfriaron y cuando ella se escondió en el clóset, a él se le helaron también las ganas de seguir jodiéndola.
La empleada miraba el espectáculo aterrorizada, tratando de calmar a la patrona, mientras el marido le gritaba que era una puta.
Luego, en la cama, dormido, él alarga el brazo y le toca la espalda, al darse vuelta ella con un inocente "mi amor" en los labios, él la empuja con asco diciéndole que jamás la estaría abrazando a ella, que estaba soñando con alguien mejor.
A llorar al baño, ahí la ultraja para dejarla botada en el suelo, sangrando e inconciente.
Al despertar, fría como el piso, él avisa que vuelve en tres días y qué quiere de almuerzo a la vuelta.
Ella piensa en la huída, indudable.
Pero es más seguro quedarse, sin profesión, qué pasará con los hijos, la madre, dónde vivirá. No puede perder el status alcanzado en estos años. No puede renunciar a los viajes. Es mejor aguantar.

jueves, septiembre 29, 2005

DE PASEO

Llegamos felices a los pies del cerro, estacionamos las bicicletas en la reja acostumbrada y nos preparábamos a subir cuando la Cata se acordó del bloqueador. Como dijo que se demoraría diez o quince minutos, la esperé sentada en el suelo tomándome el agua que después me haría falta.
Se fue en la bicicleta pedaleando como alma que lleva el diablo. Me empecé a imaginar que se caía, o que la atropelalban, qué se yo, puras tonteras, era demasiado rápido cómo iba y me asusté, pero me puse el firme propósito de serenarme y esperar en calma. Venían llegando unos tipos muertos de risa de algo que les había pasado abajo. Andaban voladísimos y tan temprano. Se me acercaron y me preguntaron si yo era la Maluchi. inmediatamente, pensé que algo le había pasado a la Cata y me paré y les pregunté. Me dijeron que sí, que ella decía que no me asustara, pero que la habían atropellado, que el tipo se arrancó y que por favor bajara a ayudarla. Tomé la bicicleta tiritando de nervios y bajé lo más rápido posible, pero no la encontré en todo el camino. Seguí hasta la casa de ella y le dije a la tía lo que había pasado. No tenía idea, y salimos las dos a buscarla en el auto de la tía. En eso viene la muy fresca, feliz y cagada de la risa con los volados del cerro.
"¡Te la creíste, amiga, pobrecita!"
Me bajé del auto sin darme cuenta que venía un tremendo camión por mi lado y voló la puerta, a mí y a mi amiga.

SIN APURO



Al fin había llegado, la tenía esperando horas. Qué se creía el desgraciado, sin avisarle y más encima jactándose de sus aventuritas. No se atrevía ni a reclamarle, si lo hacía, el combo en la espalda o en el estómago, era inevitable. Ahí, de maricón, donde no se notara, donde nadie lo viera. Una vez le pegó en la cara y la tuvo que dejar encerrada toda la semana, los niños donde la madre.
Se levantó la pobre torpe a buscar la cartera y él le pregunta dónde va. "A la casa de la Ceci, contigo, pues..."
Que él no va donde esa guatona de mierda, que es una conventillera, que le mete cosas en la cabeza (como que ella no pudiera pensar por sí misma), que quiere acostarse, que está muy cansado, que él trabaja, no está todo el día hueviando en la casa...
Entonces, la pobre torpe, se resigna y devuelve la cartera al closet, se saca los zapatos y se mira al espejo. Que no se le note la pena, la rabia, la impotencia, la intención...
"No importa, mi amor, cuando tengas ganas vamos. No hay apuro."
Le sirve la comida y le ofrece un "bajativo", segura que él aceptará, así es más seguro, más rápido... pero no hay apuro...
Mañana será otro día.

Amanece con el sol brillando, los pajaritos cantan, el invierno se convirtió en primavera. Se mira al espejo, que no se note... tanta felicidad...
"Niños, el papá tuvo un problema y va a tener que viajar muy lejos, pero dijo que los quería mucho y que no se olviden de él."
Junto con la basura, se va el frasquito, el vidrio molido
y ningún resquicio.